Ahora soy adulta...




Ya soy adulta y aún  no sé cómo manejar la situación. Sentir que no logro expresar lo que siento se traduce realmente en un temor de que lo que exprese no logre ser entendido, al menos de la manera que yo lo quiero expresar. De niña tuve que modificar, suavizar, soltar y disfrazar mis palabras, mis acciones. Todo esto para que mis cercanos pudieran sentirse bien, tranquilos. Como si el huracán que venía arrasando tuviera que disminuir su paso para no devastar. 

Siempre considere que decir la verdad era mejor que vivir en una falsa realidad, que escucharla me daría paz,  mucha más paz que tratar de descifrar el disimulo, la incongruencia y la falta de sentido. Al final  termine sin poder decirla  y con miedo a escuchar la de todos los demás. Y no se en que momento paso.

Ahora soy adulta y logro entender la generosa paz que te dan la suavidad de las palabras, o la acción consiente que sustituye  el arrebato de la juventud, ahora lo puedo entender. Lo que no logro descifrar es como decir mi verdad, sin que el miedo me invada y mi cabeza revolucione con millones de escenarios donde generalmente soy victima… O victimario de las palabras, y donde no sé qué hacer con las reacciones que pueden provocar.

Ahora soy adulta y quizá es hora de re formular. Ya deje de ser una niña que dependía de las reacciones de los demás  (aunque mi subconsciente insista que, como la fruta verde, todavía me falten años para madurar) La pregunta dejo de ser ¿Qué puedo hacer para que los demás me entiendan? La pregunta que ahora me hago es ¿Qué tan verdad es lo que siento, lo que digo, lo que hago? La mayoría de las veces,  me logro engañar.  Si logro dejar el engaño propio y actuar desde mi verdad. entonces no creo que tenga ya que preocuparme mucho por el dilema del entendimiento personal y colectivo. En un mundo relativo, mi verdad me hace completa, congruente y capaz de vivir el mundo con los anteojos que otorgan la claridad de pensamiento, palabra y acción.


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